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CUENTOS JUVENILES

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Guerra en el corazón

Siempre he pensado en lo que ocurriría si las personas fueran empáticas, si en sus corazones existiera ese impulso innato de ayudar al prójimo, si tuvieran la voluntad de progresar éticamente. Si fuera así, probablemente la paz mundial no sería un objetivo, sino una realidad; definitivamente, nuestro mundo sería mejor en muchos aspectos. Pero aquellas aspiraciones sólo quedan en anhelos imposibles cuando la creadora de las mismas es una joven de 15 años. ¡Así es!, soy Melanie Williams, vivo en Richmond, Virginia y a mi corta edad, encontré un particular interés en comprender las razones por las que la paz es aún una ilusión por cumplir.

Todo comenzó una tarde soleada del viernes, cuando la profesora Phillips asignó a la clase escribir un ensayo sobre la paz mundial. Dicho tema llamó mi atención y aunque nunca he sido de las que redactan a la perfección, me prometí que realizaría un trabajo excepcional. Luego del sonar de la campana que anunciaba la hora de salida, tomé el autobús rápidamente para llegar a casa y emprender mi gran proyecto. El momento había llegado, tenía una hoja en frente, un esfero negro en mi mano derecha y, una mente vacía que se negaba a darme ideas. Tal fue la concentración apoderada de mí, que perdí la noción del tiempo y luego de unas horas, me encontraba dormida, recostada sobre mi escritorio. Fue entonces cuando experimenté el sueño más real de toda mi vida.

Me hallaba en una aldea muy singular, estaba cubierta de colores vivos y alegres, emanaba una calma extraordinaria y una atmósfera de sosiego. Mientras caminaba, podía ver las hojas de los árboles bailando al ritmo del viento, todo era distinto a Richmond, podría jurar que estaba en el mismo paraíso. Cuando de repente, tropecé con una silueta que reconocía; alcé la mirada y mi sorpresa fue inmediata cuando descubrí que aquella persona era mi madre. Hacía varios años que la había perdido en un motín organizado por delincuentes, debido al decreto de una extensa condena por un crimen mayor que había cometido un miembro de una banda, del cual mi madre fue la jueza responsable. En ese entonces, opté por consolarme con el pensamiento de que falleció haciendo lo que amaba, defendiendo a los demás, al mismo tiempo que hacía prevalecer la justicia. Pero ahora la tenía delante mío, y de pronto, olvidé cómo hablar. Con una sonrisa y un cálido abrazo susurró a mi oído, “Querida Melanie, no es una coincidencia que estés aquí. Has nacido con un gran propósito y es el de fomentar paz.” Confundida, le dije que no sabía cómo llevar a cabo dicho trabajo, pues el mundo en el que me había dejado era cruel y egoísta. 

Me explicó que hay ocasiones en las que atravesamos momentos difíciles y que la recopilación de los mismos, podían destruir nuestra esencia. Hizo que imaginara un mundo en el que personas descocidas convivieran con otras y fue entonces cuando entendí, que el motivo de la ausencia de paz es la falta de comprensión y el exceso de envidia. “Existe guerra en los corazones, pero siempre se puede volver al origen, en el que el amor es triunfante y las intenciones puras,” añadió mi madre antes de que despertara de golpe.

Tenía una nueva perspectiva y un sentimiento de esperanza; por lo que rápidamente, tomé la pluma y empecé a redactar…

 

Autora: Anahy Revilla Bravo

Edad: 15 años

Colegio: Unidad Educativa Steiner Internacional

País: Ecuador

EL VALOR DE LA HERMANDAD  

¡Qué pare el mundo!, me quiero bajar.Y el mundo un día paró, paró por culpa de un virus. Un terrible enemigo que se apoderó de nosotros, niños y niñas, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos; todos en el mundo estábamos en peligro.- ¿Alguien escuchó algo sobre ese virus? -

preguntó la seño.- Sí, yo - dijo un niño, desde el fondo del salón - Se parece a un sapo enorme y barrigón.-

¡A un sapo!

Noooo- dijo otro -

yo escuché que tiene corona, y los sapos no tienen corona.

_ ¡Ah! - dijo otro niño - si es por la corona, sólo un Rey la tiene y el Rey quiere lo mejor para su país y el mundo. Debe haber un error._ ¡No, no; no es un error! - dijo la seño - en todo el mundo un virus con corona, produce una enfermedad, la COVID-19, que nos está atormentando. Sin darnos cuenta nos hace parar, porque, para no contagiarnos, debemos estar en casa. Sin abrazos, ni besos, alejados unos de otros, como si no fuéramos hermanos solidarios entre las personas de la ciudad.Pero agregó:- Paciencia hay que esperar; esto algún día pasará. Pensar y pensar; esperar y esperar¿Saben cómo nos debemos cuidar?Guardando esos besos y abrazos para cuando nos volvamos a encontrar.Y así ese virus viajero,si no nos encuentra en la calle,como vino, ¡se irá!Y nuevamente unidos en comunidad recrearemos el mundo de antesdisfrutando el valor de la “HERMANDAD”. Otro niño, parándose en el medio del salón exclamó:-¡Seguro, seño! – por qué no pensar en que otro mundo es posible;el virus que nos cierra las puertas ahora; pronto nos abrirá ventanas de par en par. Donde quepamos todos,y podamos nuevamente abrazarnos, reír y jugar.

 

Marisa Borri-BaldoniArgentina

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